
Teníamos varios tipos de pan, cada cual con una selección de granos y hierbas y con una forma diferente. Pero era siempre pesado y duro. Cuando pregunté a mi madre si no podía ser más blando, ella se rió, hizo una mueca y no me respondió. Le hice otra mueca y continué masticando mi pedazo de pan. Más tarde descubrí que podía dejarlo un poco en la leche y conseguir la consistencia deseada.
Una plato delicioso que preparábamos era una combinación de granos, dejados en remojo con hierbas aromáticas durante la noche. En verano, comíamos ese plato crudo, acompañado de cuajada. En invierno lo cocinábamos y lo servíamos todavía humeante.
Nuestra familia tenía un cariño especial por un arbusto que daba unas semillas redondas, oscuras y brillantes, que eran molidas y guardadas para agregar a algunas recetas. Además de perfumar el alimento y enriquecer el sabor, se decía que tenían la propiedad de aumentar la energía para el trabajo y evitar enfermedades.
Yo Recuerdo, Maestro DeRose
(Foto cortesía Flickr - Dornenhecke)
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